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La lectura su afición, el divertimento su imaginación y la llegada de la primavera su perdición. Los rayos del sol y muchos planes querían arrebatarle la obnubilación. La selva la hechizaba, los animales la seducían con los sonidos que emitían y el olor de las plantas embriagaban sus sentidos de ficción. Se dejaba llevar sin miedos a través de los senderos. Respiraba aire fresco y sin cansancio ninguno volvía al sofá y pasaba de página.

Un día motivada por sus amigos del mundo real se atrevió a bajar de las nubes, calzó unas zapatillas, se colocó una mochila, y por fin viajó hasta la selva.

la selva

Estaba mirando a través de aquella cristalera, mis pensamientos vagaban en todas direcciones, de repente oí mi nombre. Me giré rápidamente atusándome el flequillo. “Bonitas vistas, eh?”, me dijo. Su voz sonaba rotunda y tranquila. Me llamó la atención la elegancia que desprendía. Entramos en su despacho y se presentó. Comenzaron las preguntas sobre mi experiencia y habilidades. Contestaba con seguridad y de vez en cuando mi mente conseguía pensar en alguna que otra banalidad, como por ejemplo, “que el color rojo de mis uñas no era muy adecuado para esa entrevista ; ¡uy, qué manos más bonitas tiene! ; ¿a qué hora cerrarán el super? ; ¿por qué se interesa tanto por mis aficiones?…”

La reunión terminó mejor de lo esperado, un buen puesto, con responsabilidades y bien remunerado.

Tenía ganas de empezar de cero, de establecer nuevas relaciones. Tenía ganas de ser feliz.

Mi primer fin de semana fue complicado. En la nueva ciudad, lejos de mi familia, la agenda estaba vacía y mi compañía fue la manta, la luz tenue, y un libro.

Al poco tiempo el barrio ya me gustaba, mi casa me encantaba, y mi vida social empezaba a recomponerse. Ahora que llevo aquí un mes estoy entusiasmada.

En breve llegaría el 50º aniversario de la empresa, anunciaron que lo celebrarían a lo grande. El evento era el tema de conversación por excelencia y nos mantenía a todos entretenidos. Sabía perfectamente el look que iba a lucir esa noche. Iría guapa pero no llamaría mucho la atención. Aposté por una blusa de raso blanca, una falda tubo de color negro, unos tacones dorados, un collar del mismo color y un bolso tipo clutch de color negro.

Llegó el día, esa mañana hubo que trabajar pero nos dieron la tarde libre. Cuando el reloj marcó la una, la oficina se quedó vacía.

Tic Tac Tic Tac estaba lista. Cojí mi abrigo favorito, uno negro con pelo en el cuello que me hacía guapa a rabiar. Bajé y esperé el taxi. El sitio que eligieron para la celebración era un prestigioso hotel de lujo, la velada prometía ser toda una experiencia.

Entre risas, canapés, y vinos nos divertíamos. De repente, un murmullo inundó el ambiente, aquel hombre elegante, consejero de la empresa apareció en la sala, muchos acudieron a saludarle. El hombre elevó la cabeza entre tantos compañeros, fijó su mirada en mí, se acercó a mi lado y soltó “Bonitas vistas, he venido a por tí”…

Pensando look

El universo cansado de tantas historias comenzó a revelarse contra todo y contra todos. Éste quería provocar su segundo Big Bang. Continuamente las explosiones de las supernovas y de los vientos estelares, envestían sin cesar a todas las galaxias. Los habitantes humanos e inhumanos de aquel espacio contaban la historia de que en una galaxia lejana llamada Vía Láctea, y en uno de sus planetas llamado La Tierra, existían unos seres que calmarían al violento universo. Los llamados lepidópteros nos salvarían, ellos eran la solución. Así que los humanos e inhumanos se pusieron de acuerdo y salieron en busca de esa galaxia, de aquel planeta y de aquellos insectos. Cada vez que salía el sol en La Tierra, bajaban con enormes redes y capturaban miles de mariposas. Así se pasaron semanas, hasta que llenaron la nave Curtis y despegaron de vuelta a su galaxia. Y allí en el planeta más alto, gritaron al universo: ¡Te ofrecemos estos insectos para que nos liberes de tu mal, de tu opresora fuerza, de tantos fuegos!. El universo feliz por haber recibido tal ofrenda, bajó los humos y devolvió de nuevo la paz. A partir de ese momento los humanos e inhumanos fueron más libres, fuertes y soñadores.

cazamariposas

Érase una vez un niño incansable, que quería estar fuerte, sano y comer como un cosaco. Así que, en aquel pueblo lejano, perdido en las montañas, decidió dedicar su tiempo libre a nadar en el lago. Brazada, brazada, brazada… Los peces cansados de tanto trasiego, llamaron a la cabra más dispuesta del pueblo: “¡Pssch, cabra, ven!”. La cabra se acercó. “¡Pssch, niño, ven! Mira que cabra más bonita. ¡Móntate, ya verás que bien lo vas a pasar!”. El chico vió con buenos ojos la opción planteada asi que ¡alehop!, un salto y ya estaba encima. Después de mucho caminar, el animal terminó harto y le dijo: “¿qué tal si descanso un poco y tú sigues corriendo?”. Alegremente aceptó aquella propuesta y corriendo subió aquel monte. Bajó. Subió. Bajó. Subió. Bajó. Y entre el lago, la cabra y las carreras que se dió, la tarde pasó volando. Extasiado pero muy animado y muy motivado, volvió a casa. Estaba muerto de hambre, muerto de sed, pero el día valió la pena. Así pasó sus tardes, y poco a poco se fue haciendo mayor, más fuerte, más sano y comía como un cosaco. Todos los chicos de aquella aldea querían ser como él. El lago se llenaba de pequeños nadadores, las cabras, ya os podéis imaginar y las verdes montañas se teñían de negro de tantas cabezas que subían, bajaban, subían, bajaban, subían, bajaban…

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

niño triatleta aryusur